Una nueva normalidad


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Esta época marcada por el COVID-19 , ha expuesto la extraordinaria precariedad y las injusticias de nuestro mundo laboral, donde el objetivo a lograr es encontrar la forma de protegernos del virus, a nosotros y a nuestras familias, y conservar nuestros empleos.  

Con tres millones de infecciones y alrededor de 250.000 víctimas mortales del virus hasta la fecha a nivel mundial, y con una previsión para mediados de año de una pérdida equivalente a 305 millones de puestos de trabajo en el mundo, lo que hay en juego no tiene precedentes. Nos espera una nueva normalidad en la forma de organizar la sociedad y en la forma de trabajar.

Nadie sabe explicar en qué consistirá esta nueva normalidad, pero sí que estará dictada por las limitaciones impuestas por la pandemia y no por nuestras elecciones y preferencias. Esta nueva normalidad castiga duramente a la población más desfavorecida, dejándola en peor situación. 

Esta pandemia ha revelado los agujeros enormes de los sistemas de protección social, incluso de los países más ricos, que han dejado a millones de persona en situación muy precaria. Se trata de la falta de garantías de seguridad en el trabajo, que cada año condena a casi tres millones de personas a morir debido al trabajo que realizan. Y se trata de la dinámica incontrolada de la creciente desigualdad que hace que, si en términos médicos, el virus no discrimina entre sus víctimas, en su impacto social y económico, discrimina brutalmente a los más pobres y vulnerables. 

Tenemos ante nosotros la tarea de forjar un futuro del trabajo que resuelva las injusticias que la pandemia ha dejado al descubierto, junto con otros retos permanentes, imposibles de postergar: la transición climática, digital y demográfica. 

Esto es lo que define “una normalidad mejor” que ha de ser el legado perdurable de la emergencia sanitaria mundial de 2020.